Cuando el dolor no se va: Cómo convivir con el dolor de cabeza

Las migrañas crónicas son uno de los dolores de cabeza más incapacitantes y difíciles de sobrellevar. Quien las padece convive con la incertidumbre de no saber cuándo llegará el próximo episodio, que puede prolongarse desde unas horas hasta varios días. En muchos casos, la medicación no consigue un alivio completo y el dolor acaba afectando tanto a la vida personal como profesional. Por eso, cada vez más personas buscan un tratamiento para migrañas que vaya más allá de los fármacos. La fisioterapia especializada en migrañas ofrece un enfoque eficaz y personalizado que puede ayudarte a reducir la frecuencia e intensidad de los brotes, mejorando tu bienestar y tu calidad de vida. En este artículo te contamos cómo afrontarlas y qué opciones tienes para aprender a convivir con este trastorno crónico de la mejor manera posible.

La migraña crónica es un tipo de cefalea primaria caracterizada por la presencia de dolores de cabeza intensos y recurrentes. A diferencia de la migraña episódica, se considera crónica cuando el paciente sufre dolor de cabeza durante 15 o más días al mes, de los cuales al menos 8 presentan las características típicas de la migraña, y esta situación se mantiene durante un período mínimo de tres meses.

Los síntomas habituales incluyen:

• Dolor pulsátil, generalmente en un lado de la cabeza.

• Hipersensibilidad a la luz, ruidos u olores.

• Náuseas y, en algunos casos, vómitos.

• Dificultad para concentrarse y realizar actividades cotidianas.

Este tipo de migraña no solo afecta físicamente, sino que también tiene un importante impacto emocional y social, ya que la persona vive con la preocupación constante de la aparición de un nuevo brote, lo que limita su calidad de vida.

El tratamiento de la migraña no se limita a una única vía. Existen diferentes enfoques terapéuticos que pueden combinarse entre sí para mejorar la calidad de vida de quienes la padecen. Desde la medicina convencional, con fármacos orientados a aliviar y prevenir las crisis, hasta la fisioterapia especializada, que aporta un abordaje manual y global del cuerpo, pasando por la nutrición y los hábitos de vida saludables, que ayudan a reducir los factores desencadenantes.
A continuación, te presento de forma detallada cada uno de estos enfoques, para que conozcas las distintas opciones y descubras cuál puede adaptarse mejor a tus necesidades.

El tratamiento médico suele ser el primer recurso al que acceden los pacientes migrañosos tras recibir un diagnóstico. Su enfoque principal es doble: por un lado, aliviar los síntomas durante la crisis, y por otro, prevenir la aparición de nuevos episodios.

1. Tratamiento de la crisis (sintomático)

Se aplica una vez que la migraña ya se ha desencadenado. Los medicamentos más habituales son:

• Analgésicos comunes: como el paracetamol o el ibuprofeno. En pacientes con migraña crónica suelen resultar poco efectivos.

• Triptanes: fármacos específicos que actúan sobre la serotonina, ayudando no solo a reducir el dolor, sino también síntomas asociados como las náuseas o la sensibilidad a la luz y al ruido.

• Antieméticos: se emplean para controlar las náuseas y los vómitos que a menudo acompañan a la migraña.

2. Tratamiento preventivo (profiláctico)

Su objetivo es disminuir la frecuencia e intensidad de las crisis en pacientes con episodios recurrentes o incapacitantes. Entre las opciones más utilizadas se encuentran:

• Betabloqueantes y antagonistas del calcio: fármacos de uso cardiovascular que, en dosis ajustadas, ayudan a reducir la aparición de episodios.

• Antiepilépticos y antidepresivos: determinados medicamentos de estas familias han demostrado eficacia en la prevención de migrañas.

• Toxina botulínica tipo A (Botox®): aplicada en puntos específicos de la cabeza y el cuello, indicada en casos de migraña crónica seleccionados.

• Anticuerpos monoclonales anti-CGRP: una terapia de nueva generación que bloquea el péptido relacionado con el dolor migrañoso y ha mostrado muy buenos resultados en la reducción de las crisis.

La fisioterapia aplicada a las migrañas busca normalizar la tensión de los distintos sistemas del cuerpo para aliviar el dolor y mejorar la calidad de vida del paciente. Uno de los aspectos clave es la reducción de la tensión cervical, especialmente en la base del cráneo, donde se encuentra la musculatura suboccipital. Esta zona es muy relevante, ya que en ella se produce una inflexión de las arterias vertebrales, que pueden verse comprometidas por la sobrecarga muscular.

A nivel craneal, la osteopatía es una de las técnicas más eficaces en el abordaje de la migraña. La liberación de tensiones en el cráneo contribuye a disminuir la presión sobre las meninges, lo que se traduce en una notable mejoría del dolor. Parte de la vascularización cerebral depende de las carótidas internas, que atraviesan huesos especialmente sensibles en este trastorno, como los temporales. Liberar las tensiones en estas estructuras mejora la vascularización craneal y, con ello, el bienestar del paciente.

El sistema vascular es de entrada y salida, por lo que un drenaje ineficaz puede generar un dolor de tipo congestivo. En este sentido, el tratamiento de la base del cráneo, donde se localizan los agujeros rasgados posteriores, junto con la liberación de las tensiones en las membranas craneales, resulta fundamental para favorecer un buen drenaje.

Por último, merece una mención especial la articulación temporomandibular (ATM). Su estrecha relación con las tensiones craneales y cervicales la convierte en una pieza clave dentro del tratamiento global de la migraña desde la fisioterapia y la osteopatía.

La alimentación desempeña un papel muy importante en el desarrollo y control de las migrañas. No existe una “dieta universal” que funcione para todos los pacientes, pero sí se sabe que ciertos alimentos y hábitos pueden actuar como desencadenantes, mientras que otros contribuyen a reducir la frecuencia e intensidad de las crisis.

Alimentos que pueden favorecer la aparición de migrañas

Algunas sustancias actúan como detonantes en personas sensibles:

• Bebidas alcohólicas (especialmente vino tinto y cerveza).

• Quesos curados y embutidos, ricos en tiramina.

• Chocolate y productos con exceso de cafeína.

• Alimentos ultraprocesados, ricos en aditivos como el glutamato monosódico (MSG) o nitritos.

• Cítricos y vinagre en algunas personas.

No todos los pacientes reaccionan igual, por lo que es recomendable llevar un diario alimenticio para identificar qué productos desencadenan los episodios en cada caso.

Hábitos de alimentación que ayudan a prevenir crisis

Además de evitar los alimentos problemáticos, ciertos hábitos favorecen el control de la migraña:

• Mantener horarios regulares de comidas, evitando ayunos prolongados.

• Hidratación adecuada, ya que la deshidratación es un desencadenante frecuente.

• Dieta equilibrada, rica en frutas, verduras, cereales integrales y proteínas magras.

• Reducir el consumo de azúcares refinados para evitar picos de glucosa que puedan provocar crisis.

Además de los tratamientos médicos, fisioterapéuticos y nutricionales, el estilo de vida juega un papel determinante en la frecuencia e intensidad de las migrañas. Adoptar ciertos hábitos saludables puede ayudar a reducir la aparición de crisis y mejorar el bienestar general.

1. Higiene del sueño

• Dormir entre 7 y 9 horas diarias de manera regular.

• Evitar trasnochar o variar constantemente los horarios de sueño.

• Crear un ambiente relajante en la habitación (sin pantallas, luz tenue, temperatura adecuada).

• El insomnio o los cambios bruscos en el descanso son desencadenantes muy frecuentes de migraña.

2. Manejo del estrés

• El estrés emocional y laboral es uno de los factores más relacionados con la migraña crónica.

• Técnicas como meditación, yoga, respiración diafragmática o mindfulness ayudan a disminuir la tensión.

• Actividades recreativas y de ocio también son clave: dedicar tiempo a lo que genera bienestar es terapéutico.

3. Actividad física

• El ejercicio moderado y regular contribuye a mejorar la circulación sanguínea y la oxigenación cerebral.

• Se recomienda practicar deportes de baja o media intensidad como caminar, nadar o bicicleta estática.

• Evitar esfuerzos excesivos o deportes de alto impacto, que pueden convertirse en desencadenantes.

4. Rutinas diarias equilibradas

• Evitar ayunos prolongados, ya que la falta de glucosa puede precipitar una crisis.

• Mantener una buena hidratación a lo largo del día.

• Organizar las jornadas con descansos regulares, especialmente si se trabaja frente a pantallas.

5. Control de estímulos externos

• Reducir la exposición a luces brillantes, ruidos intensos u olores fuertes, que en muchas personas actúan como detonantes.

• Usar gafas con filtro adecuado o auriculares con cancelación de ruido si es necesario.